Estos días con las movilizaciones «del campo» en España estamos viendo toda una lista disparatada de peticiones y exigencias que están haciendo los propietarios de explotaciones agroganaderas (no, no son «trabajadores del campo»), que muy lejos de atacar al que es el principal de sus problemas (una economía de mercado depredatoria), se centran en cuestiones medioambientales; ponen el punto de mira en la regulación medioambiental y exigen la desprotección de ecosistemas, de especies, reducir las restricciones al uso de biocidas o vía libre a las extracciones de agua. Y es en esta última cuestión en concreto, donde los agricultores de la provincia de Ciudad Real están poniendo el foco, en el agua.
No es una petición nueva, los regantes del Alto Guadiana llevan años pidiendo más y más agua, pese a que la demanda de agua para regadíos agrícolas no ha parado de crecer en los últimos años. Desde 2004 la superficie de cultivos en regadío ha crecido un 32%, pasando de 365.000 ha a 481.000 ha en la última revisión del Plan Hidrológico del Guadiana:
Para poner en contexto, el regadío se lleva el 87% del total del consumo de agua en la cuenca del Guadiana, y su consumo ha subido un 9% desde el anterior Plan Hidrológico hasta el actual:
Llama la atención que utilicen mensajes como «Agua para todos, para nosotros también», ¿verdad? Cuando son (y por mucha distancia) los principales consumidores de agua. Con estos datos como telón de fondo, choca mucho que haya gente saliendo a protestar porque se van a la ruina y para evitarlo exigen más agua para regar sus cultivos, o directamente para transformar sus cultivos de secano a regadío y ya de paso para intensificar la producción con todo lo que ello conlleva (mecanización y uso intenso de biocidas, entre otras), porque los costes de producción no paran de subir y ellos necesitan ser más competitivos (capitalism vibes). Me recuerda a aquellas declaraciones de Esperanza Aguirre cuando fue Presidenta de la Comunidad de Madrid, afirmó tener dificultades para llegar a fin de mes con su sueldo, pese a ganar 100.000€. La falsa ilusión de un crecimiento infinito, consumir más y más. Esta actitud está directamente promovida desde las administraciones públicas, en Castilla La Mancha bajo el eufemismo de «modernización de cultivos», se está subvencionando la transformación de cultivos de secano a regadío y su intensificación, o directamente la creación de nuevos cultivos de regadío; en el último plan, el presidente Page anunció una inversión de 250 millones de euros para la creación de 25.000 hectáreas de nuevos regadíos. Parece una broma de mal gusto, pero es la realidad de una región que va directa a un colapso medioambiental que no sólo se va a limitar a la destrucción de ecosistemas, que ya están en unos niveles de degradación irreversibles (las Tablas de Daimiel son solo la punta del iceberg), sino que el impacto va a ser económico y social, a todos los niveles; Castilla La Mancha está en un punto crítico en mitad de la crisis climática, cada año las olas de calor y las sequías nos afectan con más virulencia, y si el presente ya es complicado, las perspectivas a medio-largo plazo son de auténtico terror.
Ante este panorama lo razonable sería desarrollar un modelo económico y agrario sostenible adaptado a las circunstancias climáticas y medioambientales, pero vamos a ponernos la venda y a correr hacia la salida fácil (directa al abismo), a señalar a la sequía como un problema coyuntural; según los regantes y los voceros del agrofascismo, necesitan más agua para regar y no pasa nada por extraer hasta la última gota porque el agua es un recurso renovable y sólo estamos en un periodo seco, volverán los ciclos húmedos a llenar ríos, embalses y acuíferos. Si la realidad no se ajusta a los parámetros productivos que el capitalismo impone, pues se retuerce la realidad para amoldarla a sus intereses y a continuar con la trituradora. Y si esos ciclos húmedos nunca llegan, la caverna se saca de la manga alguna teoría conspiranoica como los chemtrails y los aviones «ladrones de nubes», para seguir desviando el foco de la cuestión. Lo importante es que la máquina no pare, debe seguir funcionando a máxima potencia y cada vez más rápido. Show must go on! Amigo agricultor, si tienes un cultivo de secano debes transformarlo a regadío porque el gobierno te está robando las lluvias con sus aviones por haber votado a otro partido, ¡pásate al regadío y señala estelas de aviones en el cielo! Que al agua de los acuíferos es eterna, parece ser.
En fin. La sequía y el aumento de la temperatura son sólo un factor más en la ecuación, el principal problema que nos ha llevado a tener acuíferos agotados, ríos secos cubiertos de cardos y humedales reducidos a polvo, es la pésima gestión hídrica que desde hace décadas se lleva haciendo en el Alto Guadiana, un extractivismo voraz sin límites, parasitismo total bajo la premisa del crecimiento infinito. Ya no queda prácticamente ningún acuífero que no esté declarado sobreexplotado y los ríos, embalses y demás masas de agua superficiales que están en buen estado son una absoluta minoría
A esta situación se llega por una fórmula muy sencilla: si sacas más agua de la que entra, la agotas. Y en el Alto Guadiana se está consumiendo agua para regadío muy por encima de los niveles sostenibles. Los Índices de Explotación de los acuíferos (mide el grado de sostenibilidad de la explotación del agua) del Alto Guadiana están todos por encima de niveles sostenibles; un índice por encima de 0,8 ya indica estrés hídrico, y tenemos acuíferos como el Aluvial del Azuer con niveles de 5,59, un 600% por encima del límite de sostenibilidad, o el Mancha Occidental II (el conocido como Acuífero 23, del que se nutren las Tablas de Daimiel y los ya extintos Ojos del Guadiana), donde se extraen 3 veces más del límite renovable disponible anualmente. Y así con todos los acuíferos de la zona, ninguno está en un estado mínimamente sostenible:
Gastar más de lo que se recibe es economía muy básica y es insostenible, lo saben perfectamente tanto quienes autorizan el continuar con estos niveles de extracción, como los regantes que se benefician de ello, pero el cortoplacismo y la rentabilidad inmediata mandan. Por el camino vamos dejando ecosistemas muertos, como los Ojos del Guadiana que hasta hace unos décadas un humedal de varios miles de hectáreas, en 1984 manaron por última vez a consecuencia de la sobreexplotación agrícola del Acuífero 23 y hoy en día no son más campos de cardos, y eso en el mejor de los casos, porque parte de su superficie ya ha sido invadida por cultivos. Las Tablas de Daimiel están ya prácticamente en el mismo punto de colapso.
Como dice el eslogan, No es sequía, es saqueo. Y sí, ya sé que los eslóganes son simplistas y superficiales, pero pueden ser certeros y en este caso creo que lo es señalando una parte principal del problema.
El título del artículo, Hasta en los mares, es un relato escrito por H.P. Lovecraft y R.H. Barlow en 1935; una historia de terror donde la Tierra ha llegado a tal nivel de calentamiento global que toda el agua, hasta el agua de los mares y los Polos, se ha evaporado. Los pocos humanos que aún sobreviven, vagan y luchan entre sí hasta la inevitable extinción.